La ciudadanía y la identidad digital
Soy mamá de cuatro personitas, todos ellos de menos de 13 años y, por lo tanto, todos ellos pertenecen a llamada Generación Z. Este término es ya muy usado y se identifica como el universo de personas nacidos entre 1995 y 2015, es decir, que tienen entre 0 y 20 años. Pero no es solo su fecha de nacimiento lo que los distingue, tienen además ciertas características que denotan en su actuar y en su pensar, por ejemplo:
- Se pueden ocupar en muchas tareas al mismo tiempo y dividir su atención hasta en un promedio de 5 pantallas y son adictos a la inmediatez.
- Se comunican con imágenes, desde pictogramas o los famosos emojis, videos, gifs, memes y están acostumbrados dentro de su ecosistema virtual, a tener todo a un click de distancia.
- Son creadores de contenido digital, no solo lo consumen, ahora lo hacen. Son autodidactas y usan apps para casi todo, aprenden, leen, juegan, se entretienen e interactúan socialmente en línea (lo cual se ha potencializado durante la pandemia).
- Están preocupados por su entorno y se involucran en causas sociales: medio ambiente, derechos humanos, equidad de género, entre muchas otras. Están dispuestos a emprender como un paso natural y no como una excepción.
Con los datos anteriores tenemos un panorama general de quiénes son nuestros hijos, cómo aprenden y cómo ven el mundo, este mundo que cambió, no solo con la pandemia, pero desde el corazón porque estamos cerca de rozar el año en distanciamiento social y la tecnología nos rescató del aislamiento y nos permitió seguir conectados para trabajar, para aprender, para convivir, para seguir adelante…
Nuestra amada generación Z está dejando más que nadie antes, una huella digital en el mundo, lo que significa que lo que se ha compartido en Internet se queda para siempre disponible, casi desde que nacieron, porque nosotros los adultos, aun cuando estemos integrados a la tecnología, tenemos menos tiempo generando ese contenido o huella digital. Por ello es importantísimo explicar a los menores que lo que dejan en sus redes, en sus videojuegos, hasta sus búsquedas en Internet generan una huella, un “print”, y que desde antes de convertirse en mayores de edad ya están creando una marca digital que los va a acompañar y, a veces, a definir el resto de su vida porque a pesar de que redes sociales y plataformas digitales ofrecen configuraciones de privacidad, la información que compartimos se va volviendo pública: fotos, textos, opiniones, comentarios, búsquedas, etc.
¿Es sencillo vivir este momento tecnológico junto a nuestros hijos y controlarlo todo? NO. No lo es: requiere tiempo, dedicación, espacio y disposición para estar y acompañar a los nuestros, es el momento de descubrir la cultura del “CO” (acuñado del término en inglés hacerlo en conjunto).
¿Qué toca entonces?, toca practicar el co-view, ver juntos los contenidos digitales, co-share o compartir lo que vemos en línea, pasar tiempo digital juntos, co-play involucrarnos en los videojuegos que usan, juegan y comparten nuestros hijos, pero lo más importante es “convivir”, educar, guiar y orientar con el ejemplo; elegir lo que haces digitalmente y el tiempo que dedicas a tus pantallas, que nada entonces sea más importante que pasar tiempo en familia, recuerden que “niño ve, niño hace”.
Como en la vida, tenemos siempre opciones: la sencilla es dejar el comportamiento del lado de nuestros hijos, pero los adultos responsables somos nosotros, tenemos que hacernos cargo de esa identidad digital en construcción, con la misma importancia que tiene el desarrollo y la construcción de la identidad de nuestros hijos en la infancia y en la adolescencia, no son temas separados. Se trata de un modo de vida vigente y actual, por ello, los valores en familia tienen que estar bien cimentados y firmes. Tenemos que aplicar seguridad y límites en nombre del amor, para cuando nuestros hijos tengan acceso a la tecnología sepan con toda certeza el significado y alcance de conceptos como privacidad, datos personales, información sensible, fotos personales, fotos ajenas, etc.
Niños y adolescentes se están convirtiendo en grandes creadores de contenido, eso implica no solo el acceso a cierta tecnología, plataformas digitales, apps y redes; también abre la ventana (por así decirlo), al contacto con personas desconocidas que puedan tener acceso a dicho contenido y es ahí donde se manifiesta el riesgo. A los niños hay que explicarles con peras y manzanas que detrás de una identidad digital hay “un alguien”, puede ser cualquiera, es decir; el anonimato permite que las personas se hagan pasar por personas distintas, no solo en el género, también en edad, y los riesgos son mayores pues es ahí donde el enemigo entra, sutilmente, poco a poco, ganando confianza, hasta perpetrar un abuso.
Acompaña a tus hijos, involúcrate, en un instante de confianza alguien toma ese tiempo que tú no dedicaste y entra a tu casa. En otro momento, sucede que nuestros hijos comparten datos que los exponen, que los ponen en riesgo a ellos, a veces a toda la familia. La necesidad de afecto, de compañía, de atención son los ingredientes principales para que los más jóvenes de la casa busquen eso que tanto necesitan en extraños. No los pongas en riesgo, darles herramientas socioemocionales no es un tema menor, no es de poca importancia, es hoy, es ahora, es de ti, nadie más lo hará mejor y con tanto amor.
Y recuérdale cada vez que comparta, suba o genere contenido, que sea algo que no lo comprometa, que no lo avergüence, que no dañe a terceros y que sea apto para que cualquiera lo vea y, sobre todo, que vaya con los valores familiares y de su persona.
Autor: Karla Lara, @karlamamadecuatro