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Desde el punto de vista del uso saludable de Internet y la prevención de riesgos online, el término sexting, en su sentido original, se concibe como la práctica en la que, usando el móvil, una persona envía imágenes íntimas o altamente eróticas (fotografías o vídeos) a otra, quien se supone que las espera, desea o tolera. En otros contextos, más recientemente y con poco acierto, se ha usado este término para definir una práctica penada por la Ley o incluso ligado a estrategias de pederastas. Estos no son los significados que en este texto se asumen, sino aquellos que tienen que ver con una práctica, a priori libre y consensuada, entre dos personas, sean o no pareja, se conozcan personalmente o no.

Sin estadísticas en la mano, podemos arriesgarnos a asegurar que es practicado especialmente por adolescentes y jóvenes, si bien hay personas adultas y prepúberes que también lo realizan.  De igual forma, podemos afirmar que son ellas quienes en mayor medida envían estas imágenes y que son victimizadas casi en exclusiva en función de las mismas por una sociedad que tiende a juzgar y penalizar el ejercicio de la libertad sexual de las mujeres.

Realizar sexting, enviar una imagen íntima a alguien que la espera o la desea no es un delito, aunque habría que matizar edades e intencionalidad. Tampoco se presume ningún daño para las personas intervinientes. Es, eso sí, una práctica de riesgo en tanto que la persona que protagoniza esa imagen puede ser víctimizada, sufrir un daño, cuando la imagen es usada de forma indebida o acaba en manos o lugares no adecuados. Estos daños son principalmente cuatro y se dan con prevalencia creciente en edades cada vez más tempranas:

    • merma de su derecho a la intimidad, el honor y la propia imagen

 

  • ciberbullying
  • sextorsión

 

  • revenge porn, como una forma de ciberviolencia machista

El ejercicio de toda práctica de riesgo debe tener tres condiciones: ser libre, informado y meditado. Existe sin embargo un discurso que considero irresponsable (al margen de poco reflexivo y de postureo modernoso) que califica toda información sobre los riesgos del sexting como un intento machista de censura moral, de pretendida limitación de las libertades de las mujeres, principales víctimas. Es el mismo discurso que luego sugiere hacer sexting, por ejemplo, encriptando no sé cuántas cosas o incluso ocultando el rostro… ¡pues vaya un ejercicio de plena libertad!

Ceder una imagen íntima a alguien que se ha conocido por Internet o incluso a una pareja es algo muy delicado. Producirla y almacenarla ya lo es. Se lo podemos preguntar a las familias de Jessica Logan o Amanda Todd, adolescentes acosadas hasta el suicidio. Al margen del oportunismo, estos discursos obvian una evidencia de mayúscula importancia: el contexto. Yo tengo derecho a dejar mi casa sin cerrar con llave, incluso con la puerta simplemente vuelta; es mi casa y nadie tiene derecho a entrar. No obstante, como sé que hay gente “curiosa” que entra en hogares ajenos, prefiero cerrarla. Además, si me mudo, si cambio de contexto, a un barrio donde se dan los robos con frecuencia porque hay mucho curioso y poca policía garantizando la inviolabilidad del domicilio, quizás me planteo hasta poner una alarma. Que es mi casa es algo tan obvio para mí como que tengo que echar la llave. Sería lógico pensar que el ejercicio de las propias libertades que cada cual gestiona se acomode al entorno y sus condicionantes. Ese barrio menos seguro, donde yo recomendaré a la gente que piense si debe cerrar sus casas con doble vuelta como hago yo porque hay robos frecuentes, es Internet. Creo que para un nuevo vecino es mucho mejor que le advierta de la inseguridad del barrio a que, simplemente, le diga “tu casa es tuya, también aquí”. Al tiempo, podría participar en las denuncias vecinales reclamando mayor seguridad; son una justa causa pero de resultado a largo plazo. Mientras tanto, sigo asegurando mi casa y ayudando a que las demás personas no sufran lo que yo trato de evitarme, más aún si están en mayor situación de vulnerabilidad. La falta de información limita la libertad.

Proponemos desde PantallasAmigas tres líneas de actuación para reducir la victimización relacionada con la práctica del sexting:

Pensar antes de sextear (www.pensarantesdesextear.mx)

Facilitar la información y reflexión sobre los riesgos del sexting aludiendo a sus consecuencias como razones para no practicarlo. Quien se plantea hacer sexting, seguro que tiene muchos y buenos motivos que, a nuestro juicio, deben ser sopesados, y por lo tanto conocidos, frente a los riesgos potenciales.

Sexting seguro (www.sextingseguro.com)

Ayudar a las personas que deciden realizar sexting a disminuir los riesgos asociados.

Respeto imágenes íntimas (www.respetoimagenesintimas.com)

Fomentar el respeto por las imágenes íntimas, por las demás personas y sus derechos. Es la cuestión clave, pero de efectividad limitada en su impacto e inmediatez.

Autor: Jorge Flores, Fundador y Director de PantallasAmigas. Colaborador de Dialogando.

Director de PantallasAmigas y colaborador de Dialogando

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