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¿Has hecho alguna búsqueda en Internet digitando tu nombre completo? Si no, inténtalo. Es muy probable que encuentres datos personales que ni sabías que estaban allí, al alcance de cualquier persona.

Eso sucede porque nuestra actividad on-line deja rastros digitales. Fotos, textos, comentarios… Todos los datos que publicamos pasan a formar parte del histórico de la web. Lo que publicas en redes sociales, para que quede en un ejemplo, puede ser colectado por empresas para usos que no siempre están muy claros.

Eso lleva a la necesidad de pensar bien en lo que se publica. Al dejar rastros, formamos una especie de perfil público on-line, lo que puede marcar la diferencia a la hora de buscar un empleo o de ser evaluado en la escuela, por ejemplo.

Sin embargo, cuando se habla de niños y adolescentes, esos conceptos pueden volverse un poco vagos – dependiendo del grado de madurez, no siempre el futuro es una preocupación para ellos. De ahí la importancia de la mediación de padres y educadores en la transmisión de estas ideas.

Las declaraciones desafortunadas en Internet pueden volverse manchas permanentes en nuestros históricos en la Red. Es por eso que debemos pensar siempre antes de publicar cualquier contenido si es o no oportuno y si realmente aporta un valor, si la respuesta no está clara, será mejor no publicarlo.

Equipo de redacción de contenidos de Dialogando.

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