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Con frecuencia escuchamos hablar tanto de los riesgos de Internet como de sus bondades. Es obvio que, salvo casos contados, quienes hacemos que la Red tenga un color u otro somos quienes habitamos y convivimos en ella. Sin embargo se ha podido observar en los últimos tiempos cómo determinados espacios abiertos, con Twitter a la cabeza, se convierten en escenarios de cruentos enfrentamientos, de linchamientos digitales o de altavoces de discursos de odio.

La participación activa, el ejercicio de la ciudadanía digital no es únicamente un derecho sino un deber. Precisamente por ello, porque tenemos que sentir la obligación de actuar, de opinar, es importante hacerlo con responsabilidad y todo lo que ello indica: criterio, mesura y tono positivo.

Las redes  sociales están significando una sobre exposición que puede condicionar nuestra autonomía de acción. El móvil además hace que esa visibilidad sea permanente por un lado y sujeta a las pulsiones y la inmediatez por otro.

Claves para educar en el ejercicio positivo de la ciudadanía digital y la participación social

Podríamos señalar tres aspectos clave como sociedad y como padres y madres:

En primer lugar, se debe tomar como condición necesaria el pensamiento crítico que necesita, a su vez voluntad, capacidad y tiempo. Querer hacerlo no es una cosa menor pues requiere motivación, convicción. Vemos sin embargo que el contexto no lo favorece Las informaciones nos vienen referidas, algoritmos o manipulaciones aparte, por aquellas personas o fuentes de información con las que nos relacionamos lo que puede suponer tanto una afinidad a priori como una mayor confianza en todos los casos. No invita a que pongamos en duda las cosas… aunque los fakes estén a la orden del día. Por otro lado, el ritmo que nos exige esta vida digital no permite que nos entretengamos revisando nada y sí que “traguemos” lo que nos viene dado.

En segundo lugar, pero no menos importante, la empatía y la educación. Ambas, traducidas en tolerancia y respeto, darán mesura a nuestro posicionamiento y tono. Es aquí donde el “postureo” nos pierde… cuando únicamente tenemos en cuenta a las demás personas para llamar su atención o buscar su aceptación. Ahí podemos elegir dos bandos: el malote y el “bienqueda”. Parece que actuar con empatía y educación no vende, no nos hace destacar con respecto a las demás personas, y la falta de autoestima en un mundo de exposición social permanente así lo exige.

En tercer término, es preciso poner en valor “el buen rollo”, “la buena onda”. Debemos ser conscientes de que, salvo casos muy particulares, cada texto o imagen que recibimos o enviamos tiene una determinada carga en términos de clima o ambiente de convivencia. Tampoco se nos escapa cómo los brotes tóxicos acaban con cierta facilidad en desastre ecológico. Por ello es preciso tomar conciencia fomentando y practicando comunicaciones positivas, creadoras de una atmósfera digital libre de contaminación.

Con estos tres ingredientes podremos favorecer la educación de ciudadanos y ciudadanos comprometidos capaces de ejercer como tales en un clima libre de tensión y confrontación.

 

Autor: Jorge Flores, Fundador y Director de PantallasAmigas. Colaborador de Dialogando.

Director de PantallasAmigas y colaborador de Dialogando

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